Con todo tipo de triquiñuelas y filigranas nos hablan del paro, de índices de precios, de la prima de riesgo y de todo tipo de indicadores donde no falta el de confianza de los consumidores. También de porcentajes de valoración de líderes políticos y de intención de voto tras la publicación de los resultados de alguna encuesta de calado (CIS, Metroscopia). Da igual si son jóvenes o jubilados de sus cargos de responsabilidad o si son más o menos progres. Da igual si como la yenka bailan hacia la derecha o hacia la izquierda. Los hay para todos los gustos e intereses. Son tan oportunistas que hasta publican libros (grandes, medianos, de bolsillo, online), manuales y panfletos de recomendaciones sobre qué hacer y cómo hacerlo. Incluso no les falta incorporar “su perspectiva sociológica” para exponer sus propuestas de actuación.
Datos que aumentan porque, según unos, se comparan con los del año anterior pero que, según otros, se estabilizan e incluso están bajo mínimos porque se comparan con hace dos años. Mientras la derecha política confirma que, en general, los indicadores económicos muestran una tendencia al alza, la izquierda política “rebaja y mucho” dicha tendencia. Puede ocurrir que esa densa red de índices y porcentajes, aparentemente neutros, esos vaivenes con subidas y bajadas tan rápidas, oculten una parte de la realidad. A menudo, el problema con los números es que hay que tenerlos todos para hacerse una idea de qué significan, y no al contrario: escoger aquellos que confirmen nuestras ideas previas (Reig, 2013).
Seguro que no se trata de algo generalizado, pero en todas partes cuecen habas. Así que tengan los ojos bien abiertos para parar el mayor número de goles ante las pseudoexplicaciones y los datos y sus interpretaciones erróneas. No permitamos que se salgan con la suya.
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